sábado, 19 de febrero de 2011

El Islam y el cristianismo en la evolución

Días atrás asistí a una conferencia en la Casa Árabe de Madrid titulada Las Geografías del Islam, ofrecida por el profesor Jordi Moreras, de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. La charla fue algo simple, más bien para un público poco especializado, pero dio pié a un turno de preguntas en la cual se realizaron varios comentarios que me produjeron interesantes reflexiones.



Un hombre, entrado en años, preguntó al ilustre conferenciante si no creía que nosotros, refiriéndose a Occidente, enjuiciábamos a los países islámicos sin darnos cuenta de que su religión llevaba seis siglos de desventaja evolutiva a la religión predominante en Occidente, el cristianismo. Mis oídos volvían a escuchar las palabras tantas veces usadas para criticar y dañar a los países musulmanes, sobre todo a los árabes, de que “ellos” todavía están en la Edad Media, pero esta vez eran usadas para defender a estos países, para intentar justificar algo.

Personalmente opino que este noble caballero, dentro de su buena aunque errónea intención, no tenía más idea del tema que la simple acumulación de estereotipos y prejuicios que puede albergar cualquier persona islamófoba, aún sin serlo. Su teoría de la desventaja islámica en una supuesta línea de evolución religiosa no se sostiene por ningún lado. 

Para empezar, en el tiempo histórico no hay desventajas, sino distintos factores que llevan a distintas consecuencias. Pero es que además la evolución del Islam está íntimamente ligada a la del cristianismo y a la del judaísmo, como religiones “del libro” que son. Hay incluso lecturas e interpretaciones, como la del catedrático de la Universidad de Sevilla, el profesor González Ferrín, que hablan de que el Islam pudo nacer como una respuesta unitaria al trinitarismo que se pregonaba y oficializaba desde Roma y Bizancio con la armas. Estas interpretaciones llegan a decir que incluso su expansión por zonas con un fuerte unitarismo, como el arrianismo hispano o el donatismo norteafricano, tuvo que ver con este fenómeno más que con una conquista armada.

¿Cómo se puede hablar de desventaja evolutiva cuando el Islam se expandió por zonas anteriormente cristianizadas? Es más, estas zonas anteriormente cristianizadas eran también las más romanizadas y más avanzadas, según lo cánones actuales, del Imperio. No es comparable el esplendor alejandrino con cualquier ciudad o campamento militar germano. De hecho, el desarrollo urbanístico islámico es el verdadero heredero del Imperio, y no la Aquisgrán de Carlomagno y su inventado Sacro Imperio. Sinceramente no creo que un cordobés del siglo X se sintiera en desventaja evolutiva alguna si se encontrase con un sajón de la misma época. El Islam no fue ajeno al desarrollo y a la evolución de las zonas por las que se expandió, zonas en muchos casos de civilizaciones milenarias, sino que la asimiló y adoptó al completo, enriqueciéndola con nuevas formas.

La primera conclusión extraída en esta breve reflexión es que no hay desventaja evolutiva religiosa. Ambas religiones están igual de poco evolucionadas, no dejan de ser religiones. El Papa Benedicto XVI viaja al África negra para demonizar el preservativo, mientras que en el Islam las técnicas anticonceptivas están permitidas desde los tiempos del Profeta. En algunos países de Centroamérica, la zona de mayor fanatismo cristiano del planeta, como Guatemala, se registraron el pasado año más de 5000 asesinatos y violaciones de mujeres por simple misoginia. Para colmo, en el supuesto estado defensor de la democracia y las libertades, surge un pastor fundamentalista evangelista, que da sus sermones con un revolver del 40 al cinto, que decide que va a quemar coranes en un acto público. Por suerte, en sus 30 años de servicio pastoral, nunca ha tenido más de 50 feligreses. ¿Hay una religión más evolucionada que la otra? No.

Las posibles diferencias existentes entre algunos países musulmanes y los países occidentales no hay que buscarlas en el ámbito religioso, sino en el ámbito político y social. Los países musulmanes de la cuenca del Mediterráneo, es decir, los países árabes, sufrieron un importante revés económico tras el descubrimiento por los españoles y los portugueses de rutas comerciales alternativas. La mayor parte de su economía se basaba en el comercio y estos descubrimientos les hicieron perder importantes activos. Desde ese momento, económicamente hablando, siempre han estado un paso por detrás de Europa. Además, hay que tener en cuenta que estos países han comenzado su aventura como estados-nación a mediados del siglo XX, tras un colonialismo feroz que los semiesclavizó como recolectores de materias primas. La situación que nos relataba Camus en sus Crónicas Argelinas sobre la Cabila era una constante en las demás colonias.

Los gobiernos surgidos de la descolonización son gobiernos semidictatoriales y corruptos, muy parecidos a los gobiernos de los primeros años de los estados-nación europeos, amparados en muchos casos por las antiguas metrópolis. Son estos gobiernos, con sus políticas de restricción de libertades y de acaparamiento de recursos los que impiden el desarrollo político, económico y social de la región, y no el Islam. Son estos gobiernos los que imponen en muchos casos una sociedad patriarcal beneficiosa para sus intereses, amparándose en interpretaciones retrógradas y restrictivas del Islam, interpretaciones ya ampliamente superadas en muchos lugares. Un claro ejemplo es el de Arabia Saudí. Allí la familia real basa su poder en las riquezas que les otorga el petróleo y en una interpretación totalmente partidista de las fuentes islámicas, el wahabismo. Éste es sin duda el país más conservador y más patriarcal de todos, pero sin embargo los defensores de la libertad y la democracia no se atreven a alzar la voz contra ellos, debido a que son sus más íntimos aliados del petróleo.

La situación política, económica y social de países musulmanes como Malasia o Turquía nos hace ver que las diferencias no radican en la religión, sino en la política. Y es contra estos políticos contra los que hay que luchar, y a la vez contra los políticos de nuestros estados que amparan a esos dictadorzuelos, no contra una religión que practican más de 1000 millones de personas en el mundo. Aunque puestos a luchar contra religiones, deberíamos acabar con todas, ya que poco han solucionado en la Historia.

Albarrán

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